La Avenida Central: memoria viva y posibilidad futura

Caminar por la Avenida Central es sumergirse en un fragmento vivo de la historia panameña. Esta vía, que inicia en la intersección con la Avenida A, justo al borde del Casco Antiguo, y se extiende hasta la calle 42 en el corregimiento de Bella Vista, guarda en sus esquinas relatos de antaño. Las calles vibran con la vida cotidiana de las y los vendedores ambulantes, de quienes transitan con prisa y de quienes se detienen a comprar.
En el corazón de su recorrido —entre la Plaza de Santa Ana y la Plaza 5 de Mayo— emerge el famoso Paso Peatonal, conocido popularmente como la peatonal. Convertida en zona peatonal en 1993 durante la administración de la alcaldesa Mayín Correa, esta franja urbana transitó de ser el núcleo comercial más activo de la ciudad de Panamá a un espacio que hoy busca redefinir su vocación entre el comercio minorista, el turismo y la expresión ciudadana. Era común encontrar desde tiendas de lujo hasta pequeños comercios de barrio, todos coexistiendo bajo una misma lógica de cercanía y accesibilidad. Hoy, aunque conserva parte de su encanto arquitectónico y patrimonial, la avenida clama por una nueva mirada: más participativa y creativa.
Durante la década de los 70, la Plaza 5 de Mayo se convertía en una caja de resonancia nacional. Las tarimas con enormes equipos de sonido amplificaban discursos políticos que moldeaban la conciencia colectiva. Era la política vivida en la calle, el pueblo en pleno ejerciendo su voz. Aquellas concentraciones no solo reunían multitudes, sino que encendían conciencias, tejían identidades colectivas y convertían la Avenida Central en un escenario donde el país entero debatía su futuro a viva voz.

Guardo memorias vívidas de esta avenida. De niña, solía acompañar a mi madre a hacer compras. Aquellas caminatas eran verdaderas aventuras, saltando de tienda en tienda, entre vitrinas coloridas y dependientes que nos recibían con aplausos y pregones. Félix B. Maduro, Bazar Francés, La Suerte, Bon Bini, Aldens, Sol de la India, Garbo, La Pantera Rosa, Bazar X, Joyería Casa Faschlitch, La Suerte… cada nombre evoca una escena grata en mi mente.
Entrar a cada tienda era como atravesar un pequeño universo de colores, aromas y texturas, donde los dependientes nos recibían con entusiasmo, entre aplausos, pregones y llamados llenos de picardía comercial, se apelaba a nuestro deseo de aprovechar “la ganga del día”. Con el paso del tiempo, y especialmente tras la apertura de centros comerciales como El Dorado, estas visitas comenzaron a volverse menos frecuentes, pero el recuerdo persiste con una calidez que resiste el paso de los años.
Desde el 20 de noviembre de 2003, distintas leyes han intentado proteger el valor patrimonial de esta área. En 2006, la Ley 33 declaró Conjunto Monumental Histórico un polígono que incluye sectores de los corregimientos de Calidonia y Ancón, donde se ubican tramos importantes de la Avenida Central. Sin embargo, el deterioro físico de algunos inmuebles y la falta de planificación comercial dejan en evidencia una brecha entre la norma y la realidad.

Uno de los contrastes más notorios en la actualidad lo representan los kioscos metálicos instalados para los comerciantes informales en la peatonal. A pesar de sus diseños visualmente atractivos, muchos miembros de la comunidad buhonera afirman que las ventas han disminuido drásticamente desde su reubicación. Hay una sensación de desarraigo, de que los proyectos se hacen para ellos pero no con ellos.
Y es que la peatonal no es solo un lugar de tránsito, es un lugar de pertenencia. Sus edificios de balcones oxidados y paredes que murmuran recuerdos necesitan algo más que restauración física: requieren una revitalización emocional y comunitaria, una apuesta por el comercio justo, por el turismo sostenible, por el arte en el espacio público y, sobre todo, por la gente que la habita y trabaja cada día.
Imaginar la Avenida Central como un corredor cultural y económico no es una utopía. Es una posibilidad tangible si se articula el potencial de sus comerciantes formales e informales, de sus residentes, de sus organizaciones barriales y de una institucionalidad pública dispuesta a escuchar y co-crear. Porque si algo enseña esta avenida es que las ciudades no se construyen solo con concreto, sino con memoria, dignidad y sueños colectivos.
Hoy, más que nunca, la Avenida Central nos invita a mirar hacia atrás con gratitud, a observar el presente con compromiso y a construir un futuro donde nadie quede fuera de su historia.
