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Por encima de los árboles: una lección de vida entre centenares de aves

Por encima de los árboles: una lección de vida entre centenares de aves

El sábado 10 de mayo  me levanté a las 3:00 a. m. para unirme a un grupo que participaría en una jornada de avistamiento de aves. El día resultó ser extraordinario. El objetivo: formar parte del Global Big Day, un evento mundial de observación de aves, desde uno de los sitios más emblemáticos para esta práctica en Panamá. Solo era necesario registrarse mediante un enlace, llevar binoculares, un celular, y al final compartir la lista en la aplicación eBird.

Con la ilusión de avistar aunque sea una ave, participé en un recorrido liderado por Juan Carlos Rivera en el Panama Rainforest Discovery Center, ubicado en el legendario Pipeline Road dentro del Parque Nacional Soberanía. Especialistas consideran este lugar como la meca del avistamiento de aves en las Américas, y no exageran. Pero para mí, fue mucho más que una actividad turística o científica. Fue un reencuentro íntimo con la naturaleza, una meditación a cielo abierto entre 288 especies aladas que coexisten en un santuario donde cada criatura cumple un rol sagrado.

El Panama Rainforest Discovery Center fue construido en 2008 por Patrick Dillon Jr., hijo del fundador de Dillon Construction, gracias a la visión y apoyo de la Fundación Avifauna. Desde entonces, se ha convertido en un laboratorio viviente y en un templo de contemplación natural.

Desde la torre de observación, con sus 174 escalones y 32 metros de altura, Panamá se revela como uno de los territorios más privilegiados del planeta para observar aves. En ese escenario suspendido entre cielo y copa de árbol, comprendí que el bosque tropical no solo alberga vida, sino que es vida en sí misma.

A las 6:23 a.m. comenzó la jornada de nuestro grupo. A las 6:39 a.m., ya habíamos avistado once especies. Para el final del día, más de cien aves se habían dejado ver, y muchas más se dejaron escuchar, como el esquivo  vireolanius pulchellus.  Esta ave es conocida en inglés como el green shrike-vireo. Mientras que  se llama en español vireo verdoso o verderón verdoso, cuyo canto melodioso resuena como un susurro del bosque. Sin embargo, su presencia visual es todo un desafío debido a su camuflaje perfecto.

Uno de nuestros guías, Carlos Saavedra, lleva 15 años dedicado al estudio de las aves. Nos dijo: “Cuando tenga 20 años observando, podré nombrar una especie con solo ver el destello de su plumaje en el horizonte”. Su compromiso con la naturaleza no es solo científico, es también espiritual.

Aprendí que la naturaleza fluye con sabiduría. Mientras un mielero destruye flores en su búsqueda de néctar, el colibrí—su pariente cercano—las poliniza con delicadeza. El colibr es un  viajero incansable desde Canadá, vuelve a Panamá año tras año formar parte de nuestro ecosistema.  El macho regresa al norte para guiar a sus crías hacia el sur, con una memoria tan precisa que parece milagrosa. Este pequeño ser alado, además, es la única ave que cumple funciones propias de un insecto al polinizar flores, a menudo dejando tras de sí una estela de polen como si llevara polvo de oro en su rostro.

De todas las aves que vi, una me conmovió especialmente: una imponente ave de plumaje azul (posiblemente una blue cotinga) que, sabiendo de su belleza, se posaba en lo más alto de un árbol y permanecía allí, desafiante, hasta que la neblina o el sol decidieran disolver su protagonismo.

Pero este lugar no solo es hogar de aves. El bosque también alberga mamíferos como ñeques, monos, ardillas, osos perezosos y gatos solos. Cada animal cumple una función vital. Las ardillas y los ñeques, por ejemplo, aunque se les conoce por su “olvido”, desempeñan un papel esencial al dispersar semillas que, con el tiempo, se transforman en gigantes como el cocobolo o el guayacán. Árboles tan antiguos y robustos que pueden ser abrazados por veinte personas a la vez si tienen más de cien años.

Este recorrido no fue solo una lección de biología, fue una invitación a la conciencia. En un mundo donde el ruido digital y la prisa nos desconectan, el bosque nos devuelve al presente. Nos recuerda que habitamos un sistema interdependiente, donde cada ser, por más pequeño o invisible que parezca, sostiene la vida de muchas otras especies.

En Panamá, donde se han registrado más de 1,027 especies de aves —más de 500 solo en la cuenca del Canal—, tenemos el privilegio y la responsabilidad de proteger este patrimonio natural. No es solo una cuestión de conservación ambiental, es una forma de cuidar el alma de nuestro continente.

Ese sábado de mayo, comprendí que por encima de los árboles no solo vuelan centenares de aves: que forman parte de un ecosistema necesario y que cada ser humano debe convivir con ellas para una mejor armonía con la naturaleza.

En el Global Big Day de 2025, Panamá alcanzó un hito histórico: se ubicó en el séptimo lugar a nivel mundial en avistamiento de aves. Se registró un récord de 771 especies en un solo día.  Panamá fue el país con mayor aumento en listas de eBird, con 4,563 listas enviadas. Además, se posicionó como el país con más especies registradas en proporción a su población y territorio. Esta posición no solo reconoce la extraordinaria biodiversidad del país, sino también el compromiso de su gente, guías y organizaciones locales con la preservación de nuestros ecosistemas.

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